jueves, 30 de junio de 2011

Resignarse y madurar

Cuando tenés veinticuatro (años) y nunca te detuviste a mirar a hombres mucho más grandes que vos y sucede, te aparecen algunas dudas. Si ahora te fijás en uno ¿maduraste o te resignaste?. Mis amigas se largan una carcajada y una me contesta que resignarse y madurar van de la mano.

Lena (vamos a inventarle este nombre) está conociendo un tipo de treintilargos con mucho mucho pelo en la espalda. "Si lo vieran en bolas..." nos dice sin dar mucho detalle y por eso lo apodamos sweater. Además tiene algunos kilitos de más. Bueno, unos cuantos.

A simple vista el pibe no le pareció muy atractivo. Lena nos cuenta que cuando cedió al primer encuentro (vamos a llamarlo así) en un momento se preguntó "¿qué hago abajo de este tipo?". Nosotras reímos al unísono e incluso las de la mesa de al lado: Qué coincidencia.

Nicolás (ese nombre le queda bien) es un hombre que gusta mucho de Lena y es tan masculino que a ella - mucho más hermosa que él- le chupa un huevo todo lo demás, esa "boludez de la belleza física". Tan masculino es, que la lleva a ella a decirnos cosas como "me trata como a una mujer... Es un hombre." y nos lleva a nosotras a decir onomatopeyas, suspirar y contestarle cosas como "bu, mmm, ffss... ah... increible, eso sí que es increible".

Los treintilargos le dieron a Nicolás una experiencia incomparable con la de un veinteañero. Parece que los placeres llegan más fácilmente, los llamados también. El amor está más accesible, el sexo ídem. Lo de la edad le parece una pavada y Lena me dice que si me gusta un tipo más grande quizás me resigné a mi búsqueda pero le parece bueno. Según ella los parámetros que yo me armé para elegir quién sí y quién no, se agotaron, tienen que madurar. Supongo que si estoy resignándome a algo, es a esos parámetros.

Lena nos dice que tiene miedo porque todo avanza rápido entre Nico y ella, y el papel de novia - y de tipo más grande- la asusta. Yo le digo que nunca se sabe cómo terminan las cosas, que no tiene sentido que ahora se preocupe por eso: "recién se conocen". Pero ese es el conflicto para Lena porque cuando empieza a estar con alguien, desde el primer encuentro (sigámoslo llamando así) un par de preguntitas la empiezan a acompañar durante el día: ¿esto será intrascendente? ¿llegó para quedarse? ¿este tipo que no me gusta físicamente me va a cambiar la vida? ¿me voy a reir de esto en unas semanas? ¿quién soy?: ¿qué hago abajo de este tipo?.

Mientras nos cuenta todas las preguntas que se hace, él está yendo al bar donde nos juntamos a cenar. La va a pasar a buscar. Nicolás, con el frío polar, tarde como es, va a ir hasta donde estamos. Lena se va a subir a su auto para ir hasta la casa en la que van a dormir juntos.


sábado, 18 de junio de 2011

Mucha claridad

Dos nenes de unos cinco años charlaban en el colectivo, o más bien gritaban. No manejaban volúmenes, así que todos escuchábamos. Y entonces pasó algo increible:

- Yo tengo un chaleco en mi casa que ya no me gusta más y lo quiero regalar. Bah, más que regalarlo lo quiero perder.

- Sí, yo también quiero perder un muñeco que ya no lo uso.


Me reí pero después me quedé pensando en eso de "No lo quiero regalar, lo quiero perder".

Y tuve mucha claridad.