Prendo la televisión y el debate es constante. Al menos en los programas que yo veo. Los medios de comunicación masivos en general (la radio, la gráfica,
Cuando me envuelvo en estos debates pienso muchas cosas. Sin embargo tengo una postura tomada. Es un criterio que acomoda todo el desorden que se presenta. Es sencillo, prácticamente básico. Hace un tiempo que no puedo olvidar a un profesor, a Rodolfo, a quien conocí en la materia de Comunicación Periodística de la carrera que estudio. Esta cursada fue mi primer contacto con lo que del oficio de periodista puede aprenderse, si se quiere serlo. “Periodista de oficio”, así se presentó Rodolfo la primera clase. Después nos aclaró que no iba a poder enseñarnos mucho porque la pasión por el trabajo no se aprende. Era un tipo que había andado. Y como estaba viejo, decía, daba sus clases basándose en anotaciones y citas de autores que escribió alguna vez en un sin fin de fichas. Las leía e iba agregando anécdotas personales. Como un archivo a la antigua, así nos dio sus clases. Ni desgrabados, ni proyectores, ni notebooks. Se desvió de lo académico: no ignoraba el plan de estudios que le proponía la cátedra pero no elegía seguirlo.
Con nuestra complicidad, Rodolfo se sentaba a contarnos lo que era "ser periodista". Nos enseñó, también, reglas básicas para escribir una nota publicable. Hacíamos ejercicios y listo. Pero eso no era lo más importante. Tuvimos muchos encuentros con él, desacartonados, poco exigentes, extraños para nosotros tan acostumbrados a seguir la regla. Charlaba de sus anécdotas como un abuelo.
La última clase, antes de entregar el trabajo de investigación final, dijo que quería decirnos unas palabras. Por un lado nos deseaba que nos fuera muy bien a todos en lo que eligiéramos. También quería develarnos un secreto muy importante. “Lo más importante para ser un buen periodista es ser una buena persona" nos dijo. Así que nos mandó a esforzarnos en ser buenas personas antes que en ser grandes periodistas. No concibía una cosa sin la otra.
No me fui especialmente conmovida de aquella última clase pero ahora, después de ver y escuchar hablar a tantos periodistas, a tanta gente del medio y también a tantas personas en reuniones sociales, en medio de debates interminables sobre eso que llamamos los medios, pienso que Rodolfo tiene razón. En definitiva sólo puedo recurrir primero a esa máxima a la hora de juzgar a las personas que hoy integran cada una de las empresas mediáticas y levantan la voz para expresas sus ideas o para contarnos qué cosas son las que pasan en el mundo y por consiguiente cuáles son las más relevantes, las que debemos saber. Así que desde entonces primero pienso si son buenas personas y después, recién después, puedo llegar a concluir en si son además buenos periodistas. Porque creo que entendí. Entendí que Rodolfo no hablaba de la pura bondad sino también del compromiso, de hacer buen uso de la información, de saber que tratar con ella no es juego de niños. Manipular datos o seleccionar agenda es como jugar con fuego. Y los que juegan con fuego se hacen pis en la cama, como dice el refrán. Hoy imaginamos a Clarín cambiando sus sábanas cada noche. No podía ser de otra manera.
"Lo más importante para ser un buen periodista es ser una buena persona" nos dijo Rodolfo aquel día. Algo tan simple, algo tan complicado.