jueves, 30 de diciembre de 2010
Cita con 2011
martes, 21 de diciembre de 2010
Hace 9 años
Hubo una época reciente de nuestra historia en la que veíamos al país derrumbarse. La economía colapsaba. El desempleo crecía, 16 millones de personas estaban en la pobreza, la deuda externa había ascendido a 150.000 millones de dólares. El modelo neoliberal iniciado por Carlos Menem y continuado por el gobierno de
En diciembre de 2001, la desesperación y el descontento de la población comenzaron a visualizarse en las calles. Los saqueos a supermercados fueron aumentando en el Interior y llegaron a Capital Federal. La gente buscaba alimentos. La medida del Corralito terminó por despertar a la clase media. Ante la incapacidad del Presidente de resolver los conflictos urgentes, se llevaron a cabo movilizaciones espontáneas, los días 19 y 20 de diciembre de 2001, en la que miles de personas en Plaza de Mayo y también en otros lugares del país, pedían “que se vayan todos”. Las necesidades básicas de la mitad de la población habían estado postergadas durante muchos años y la clase media descreía de aquel sueño que había sido la fiesta del dólar. Algo no andaba bien.
Los noventa, los años farandulescos
El modelo neoliberal llevado a cabo por el ex presidente Carlos Menem, durante el lapso 1989 – 1999, fue inseparable de una paralela degradación republicana y de un sistema de corrupción consolidado. El Parlamento le otorgaba facultades extraordinarias, la suma del poder público, sin dificultades. A sólo un mes de haber asumido, Menem consiguió la sanción de la Ley de Reforma del Estado que le permitió la privatización de las empresas estatales sin tener que realizar ningún inventario, balance ó certificación acerca de por qué se procedía a tal fin. YPF, Gas del Estado, Entel y Aerolíneas Argentinas, son algunos de los nombres de las empresas que habían invertido en nuestras industrias y que fueron vendidas.
En abril de 1991, el Ministro de Economía Domingo Cavallo instauró el Plan de Convertibilidad. Esta medida consolidó las bases del modelo económico del menemismo. Desde entonces, el peso pasó a tener una paridad de uno a uno con el dólar. La inflación que había heredado el gobierno menemista mejoró y el producto interno aumentó. Creció el consumo de la sociedad, sobre todo de la clase media. Nació el país de los shoppings, de los barrios privados, de la ostentación, de los ricos , de los viajes por el mundo y de la pizza con champagne.
Sin embargo las fortunas estaban mal obtenidas porque mientras tanto, el bajo costo del dólar permitió la llegada de una cantidad de productos importados que dejó indefensa a la industria nacional. De producir el 95 % de lo que consumíamos pasamos a importar frutas, carnes, lácteos, telas y pastas. Muchas industrias locales cerraron. La desocupación creció. Por su parte, la deuda externa continuaba en crecimiento.
En agosto de 1997, las dos fuerzas políticas más importantes de la oposición, el FREPASO, liderado por Carlos “Chacho” Álvarez y Graciela Fernández Meijide, y
El 24 de octubre de 1999, cuando se realizaron las elecciones presidenciales, la fórmula oficialista Duhalde – Ortega fue derrotada por
De
Con el objetivo de recuperar las finanzas públicas, en marzo del 2000, el Ministro de Economía José Luis Machinea, lanzó un ajuste que incluía una rebaja del 13 % en los salarios de los estatales. Las medidas tomadas por este funcionario eran altamente impopulares. El plan económico generaba críticas.
El 6 de octubre de 2000, el vicepresidente Carlos “Chacho” Álvarez, renunció luego de acusar al gobierno de pagar coimas a los senadores para la aprobación de
Hacia diciembre, el Ministro de Economía negociaba un préstamo de salvataje con el FMI, el “blindaje financiero”. Sin embargo, en marzo de 2001, las reservas del Banco Central descendieron a niveles históricos y el régimen de Convertibilidad parecía llegar a su fin. El 5 de marzo José Luis Machinea presentó su renuncia, ante la inminente crisis financiera.
De la Rúa designó a Ricardo López Murphy como nuevo Ministro de Economía, quien como principal medida anunció un nuevo recorte de casi 2000 millones de dólares en el presupuesto nacional, que afectaba principalmente al sector educativo. Las protestas de docentes y estudiantes no tardaron en llegar y a sólo dos semanas de su Asunción, López Murphy también renunció.
Con su llegada, los mercados se calmaron pero el déficit fiscal no dejó de crecer. El Congreso le entregó superpoderes para que manejase a discreción suya todos los temas impositivos y presupuestarios. Anunció medidas pero los capitales seguían fugándose del país y el malestar social se agravaba.
En las elecciones legislativas de octubre de 2001, el 40% del electorado había votado en blanco o impugnado. Era el “voto bronca”. La prueba de que la confianza en la política y los partidos estaba perdida. Esto arrojaba el dato, además, de que el gobierno de
En noviembre de 2001 el FMI y los mercados internacionales se desentendieron del gobierno y se negaron a otogarle nuevos préstamos. El clima era tenso en el país, ante la falta de conducción del Presidente.
El mes de diciembre de 2001, que año tras año acostumbra a ser el de las festividades, aguinaldos, y aumento del consumo, comenzó en medio de corridas bancarias y rumores de devaluación. Para frenar la fuga de dinero de los bancos, Cavallo lanzó una serie de medidas que restringían la extracción de dinero en efectivo. El Ministro de Economía había creado su propio monstruo. Una a una, todas sus estrategias fueron sepultadas por la crisis financiera.
La última y más grave decisión tomada por Cavallo fue el llamado Corralito. La clase media argentina venía de vivir la década de los noventa, repleta de novedades y ostentación. Luego de la proliferación de los shoppings, barrios privados y los lujos, los ahorristas y asalariados se vieron involucrados en una crisis difícil de revertir y un sentimiento difícil de curar. La medida afectó a muchísimos ciudadanos, a quienes
Cerraron varios comedores escolares. Colapsaron los servicios hospitalarios. Empujados por la crisis y el hambre, miles de personas exigían alimentos en los supermercados de sus barrios. Realizaron saqueos que intentaron negociar pacíficamente con los dueños de los locales. Pero si no era posible la negociación se saqueaba de todas maneras. Manifestaban una urgencia de supervivencia. El gobierno tardaría en reaccionar, mientras esta modalidad se extendía por todo el país, hasta llegar a Capital Federal. Y cuando reaccionó, reprimió.
Al día siguiente, el país amaneció con las imágenes de la noche anterior. La protesta continuó con su foco principal en Plaza de Mayo. Desde el gobierno se había ordenado desocupar la plaza a cualquier costo. Sólo una pared y algunas vallas separaban al Presidente de la salvaje represión mientras él redactaba su renuncia.
A caballo, en motos, a pie, con escudos, con gases, con balas de goma, con balas de plomo, los policías y la infantería descargaba sus armas contra los protestantes. Como si matar fuera una costumbre. Una mujer increpaba a los uniformados “¿Por qué nos pegan? ¡Si lo que estamos haciendo lo hacemos por ustedes también!”.
En cuestión de horas, la represión policial dejó un saldo de varios muertos y heridos. Hubo 26 muertos y centenares de heridos en Buenos Aires,
Repartir otra vez
En los días que siguieron a la renuncia de De
A diferencia de lo ocurrido en Argentina en varias de las crisis políticas anteriores, muchas de ellas terminadas en golpes militares, el sistema político en 2001 logró resolver la situación siguiendo los canales institucionales. Pero no había espacio para celebrar esto todavía porque el descreimiento en la política era grande y quedaba a la vista que teníamos mucho por aprender.
Por eso es que en aquellos días de diciembre no alcanzaba con la renuncia de Cavallo, ni con la de De
Aquella ardua tarea fue emprendida por Duhalde durante algunos meses, hasta su renuncia adelantada. El complejo cuadro de situación fue heredado luego por
Después de tantos problemas graves y vamos a decirlo, después de tanto quilombo ¿quién puede negar los cambios positivos de tipo económico, político, social y cultural producidos por las gestiones llevadas a cabo por Néstor Kirchner y nuestra actual Presidenta?
A veces hay que recurrir a la historia de las cosas para adoptar una ideología, una visión del mundo que pueda ser fundamentada y sobre todo coherente.
Entre líneas
martes, 14 de diciembre de 2010
viernes, 10 de diciembre de 2010
Burlar la rutina
Ciento cincuenta y dos. Tercer asiento doble. Unas paradas y subió un chico atractivo. No quería pensarlo, olerlo ni tocarlo. Quería verlo. Tenía “algo”: su nariz de perfil, seductor punto de vista de su cara. Aunque el brazo era mejor, el músculo que apenas se le dibujaba cerca del hombro. Mi parte preferida. Era atractivo porque parecía como cansado, como que había vivido mucho. O estaba fumado. Creí que lo conocía. Me miraba fijo, me gustaba cómo miraba ¿Quién era?
Se desocupó un lugar. Sentadito adelante mío, a centímetros de él, veía su pelo tan "sensual". Efectivamente descubrí que el pelo puede serlo. Quería tocarle el hombro o el cuello. Se rascaba la nuca. Yo conozco ese significado. Es un tip de mi abuela: “Si un muchacho se rasca la nuca quiere decir que le gustás”. Así que le hubiera revuelto el pelo desde atrás, un poquito y le hubiera dicho: “Qué atractivo sos, ¿saldrías conmigo?”. Qué cursi hubiese sido.
Se paró para dejarle el asiento a una señora que acababa de subir. Parado al lado mío, lo seguí mirando. Era obvio, era como estar diciéndole: habláme, no tengo novio, 24 años, el viernes estoy libre. Traté de imaginar qué hacía de su vida, deducirlo por esa información que te da lo superficial. Cineasta. Bah, podía aparentar abogado también. Cine ó Derecho. Sí. ¿Qué tenían que ver? ¿Iría a
Parecía copado pero era muy serio. Tampoco iba a ir riendo solo en el colectivo. ¡Qué manos chiquitas le descubrí! Eso no era bueno pero el pantalón le quedaba muy bien aunque fuera un poco enano. Creí que se había dado cuenta de que le miraba el culo. Pensé “Basta. No lo mires. No lo mires. No lo mires. Ya falta poco y a otra cosa”. Es que yo estaba quedando mal y él también. Nos mirábamos con alevosía, de arriba a abajo, desde todos los ángulos, adelante de todos.
Un par de paradas y ya me bajaba. Casi me pasé. Recordé que vivo la vida adentro de una película. Era un caso perdido. Ese sería un hombre más que no conoceré.
Me paré. En ese momento lo asumí y toqué el timbre. Semáforo. Lo miré. Él sabía de lo nuestro. Podría haberle tirado un beso, a modo de quetevayabien, fueungustomirarteestamediahora. Ese día yo estaba tan cursi... Como decía, la cabeza a mil, un gusto haberlo conocido, espero que este mensaje te llegue vía mental aérea, ya estoy llegando, chau chau, ¡ya me bajo! Que el semáforo esté demorando nuestra despedida no significa que me quedo acá por vos o que todavía falta, lamentablemente. Que te vaya bien, tal vez nos volvamos a ver en la vorágine otra vez, en este quilombo de ciudad. Me estoy yendo chicofugaz, me voy a acordar de vos, por dios cómo me gustás, la puerta y ya está, ya estoy afuera, ¿me ves? Afuera, con los dos pies en la vereda. Ya te despedí.
Después sonreí porque cuántas veces viví eso y cuántas me olvidé. Ya aprendí a olvidarme hace mucho, como todos. Que fácil es. Ahora sólo restaba tomar el Baggio multifruta que no había tomado por verguenza a hacerlo delante de él (muchos odian este gusto), imaginar que en la cajita había licor, whisky, ron, durazno caribeño, yo qué se: ahogar las penas. Lo importante es que por fin iba a merendar, a llegar a mi casa y tirarme en el sillón porque la verdad que Cabildo así, la gente golpeándote era, es, detestable. Una mano en mi espalda me cortó la reflexión, una voz me dijo: “Me bajé cincuenta cuadras antes por vos”.
Ahí estábamos.
Lo único que atiné es a reírme y decirle “¿Qué hacés acá?” como si nos conociéramos. Y no pude más que aceptar la cerveza que me propuso. “Menos mal que me dijiste que sí, porque sino me debías uno con veinticinco” me dijo.
Y sentí ese alivio que aparece cuando nace algo inesperado. Era un martes a las ocho de la noche y el desconocido del bondi y yo nos decíamos nuestros nombres en las mesas de afuera de un barcito, mientras pedíamos una Heineken.