El mp4 es ese medio de entretenimiento que me hace los viajes por la ciudad más amenos. Por lo general siempre funciona, es la ayuda infaltable para mantenerme más contenta. Pero a veces, algo del afuera rompe necesariamente el efecto.
El otro día cuando estaba esperando el colectivo, me empezó a hablar un señor, setentón, que modulaba palabras que no entendía, entonces pasó lo que no tiene que pasar y le concedí la liberación de un oído. Dijo algo respecto de mi bostezo. Le sonreí, porque esa es la única forma de sacarte de encima un hinchapelotas: sonriendo. Por suerte el 59 vino rápido.
El chofer no paró el colectivo como debía: no lo arrimó ni al cordón de la vereda ni a la parada, por lo que tuvimos que caminar hasta él. Mientras ponía mi uno veinticinco en la máquina, atrás mío, el hombre que me había hablado, le gritaba de todo al chofer: que no podía ser, que era un haragán, que el pueblo le pagaba el sueldo a él para que hiciera bien las cosas y no se cuántas cosas más porque el auricular ya estaba otra vez en mi oído.
El viaje fue largo. En Av. de Mayo, el señor se paró a tocar el timbre. Bajó como se subió: lejos de la parada y del cordón de la vereda. Los gritos desde afuera de este señor empezaron a ganarle a la música que yo iba escuchando y entonces me desconecté para oír. Primero un auricular.
Viejo: "¡Siervo!" "¡Sieeeeeeeervo!"
Y ante tal palabra, los dos auriculares. El chofer no reaccionaba.
Viejo: Yo soy hijo de europeos. Vos sos sierrrvo. Naciste siervo y vas a morir siervo, ¡mirá el trabajo que tenés!
Chofer: ¡A la una termino de trabajar y si querés te enseño educación!¡Negro! ¡Viejo!
Viejo: ¡Qué me vas a enseñar vos a mí, mestizo! ¡Sos un mestizo!
Y en ese momento en el que el colectivo permanecía parado porque estaba subiendo gente y el señor viejo negro europeo gritaba desde afuera, una mujer vestida de trajecita rosa, rubia, que parecía muy correcta, se paró y pasó por encima de su compañera de asiento, se asomó por la ventanilla y gritó sacada, desaforada y con tono de discurso de Eva Perón (lo juro): "¡Los mestizos también somos personas!"
Viejo: ¡Mestizos, está lleno de mestizos!
Mujer sacada: ¡Pero tomatelás, volvete a Europa!
El colectivero arrancó mientras el hombre seguía gritando y la mujer empezó a hablarle sobre lo que era un mestizo, un siervo, y qué orígenes tenía ella, todo para decirle que no le diera bola a "esa gente".
Llegó mi turno, me bajé, y me volví a poner los auriculares pero no podía parar de pensar en el tiempo. Más allá de la conjunción de odios absurdos y discriminaciones que provenían de todos lados en ese colectivo, era como si el "viejo europeo" se hubiera quedado en otra época. O mejor dicho, como si hubiera sacado a la vista algo que viene de aquellos tiempos. Podíamos estar arriba de unas mulas, en carreta o en el 59. La escena era la misma. Caminé oscilando entre la risa y el espanto, por este señor feudal que odiaba a un chofer mestizo de colectivo que circula en el año 2011, que a la vez lo odiaba a él por viejo y por negro, por europeo y maleducado, y quien era apoyado por otra mestiza que hablaba como Eva Perón.
PD: SIERVO EL QUE LEE.
No hay comentarios:
Publicar un comentario