miércoles, 4 de febrero de 2015

Abrí los ojos, entraba la luz por la ventana, vi la sábana revuelta, solitaria, y me di cuenta de que tenía que ir a trabajar.

Apagué el despertador. Hasta hacía dos segundos había estado con vos. Hablábamos mucho, estábamos bien. Te contaba de todo este tiempo y nos entendíamos. Nos abrazamos.

Cerré los ojos otra vez, intenté fijar ese recuerdo y pedí para adentro extirparme las ficciones porque mi día empezaba y no cerca tuyo.

El despertador volvió a sonar y sentí ese desgarro que te hace decir en voz alta "la puta que me parió", aunque nadie vaya a escucharte.

Me levanté y fui al baño. En el espejo, mi cara estaba marcada. Era tarde y tenía que apurarme. Hacer pis, lavarme los dientes, cambiarme, abrir las ventanas, estirar la cama, y ya sin tiempo de desayunar, correr. A trabajar. A mirarle la cara a mis compañeros de trabajo. Como si nada.

Me subí al taxi. El pasado y el presente eran la misma cosa. Quiero decir que me acordé. Esas escenas. Abríamos los ojos, entraba luz por la ventana, nos decíamos que no podía ser que ya fuera la hora, nos abrazábamos para darnos ánimo y en lugar de pararnos nos quedábamos dormidos un poco más. Despertábamos y nos contábamos lo que habíamos soñado, el sueño más delirante tenía el premio de los besos. Cantabas una canción ridícula cada mañana. No había día en que amaneciéramos de malhumor. Después ibas al baño, dejabas la tapa levantada, yo ponía el agua para el café y atrás iba al baño y entonces vos tomabas la iniciativa en la cocina y cuando yo había salido tenía el almuerzo en el tupper, el café sobre la mesa, la tostada esperando, a vos mirándome con la cara marcada.

2 comentarios:

  1. hay sueños muy hermosos, pero que cuando nos despertamos nos dejan tristes, nos liquidan.....se ve que una cosa no funciona sin la otra que se va hacer...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. hasta que se aprende a disfrutarlos y ahí, cambian todos los paradigmas :)

      Eliminar